martes, 13 de abril de 2010


BÚSCAME DONDE NO TE ENCUENTRE

Pasar de largo


Procuraré perder tu dirección para poder cumplir lo que firmé con las luces apagadas.



Con las luces apagadas intentaré conectar con la parte de conciencia que tiré a algún pozo y poder así suplicar perdón.



Suplicar perdón consiguiendo gritar a pesar de las llamas.



Las llamas que dejaste atrás al pisar las rocas.



Las rocas que nunca podré juntar para saltar tu pared.



Saltar tu pared para pasar de largo.

A las doce

De vuelta a casa olvidé comprar el pan y me di cuenta de que el videoclub, el de toda la vida, había cerrado. Pensando en si el dueño la habría palmado o si los P2P realmente son un arma de destrucción masiva, me dejé caer por la tienda de cómics de aquel chico tan alto. No encontré lo que buscaba tampoco pretendía encontrar nada en concreto. Quizás una sonrisa del dueño.

Al llegar al piso me tomé un café cargadito en mi taza de los Marvel. Olvidé echarle azúcar, qué asco. Miré la agenda para tachar las tareas que había hecho por fin y me puse la radio.

Miré el reloj y resolví la incógnita del sueño que tenía.


...LAS DOCE

Me puse el pijama por el pasillo buscando la luz de la nevera.

Vi tu nota. También la mía.

Mañana las tiro fijo...

sábado, 3 de abril de 2010

Una pareja normal


La noche antes fueron al cine e hicieron el amor. Él se había jurado no volver a pensar en ella y Ella fingía que le creía. Eran sólo una pareja normal, sólo un par de amigos que creían quererse con sus pocos besos que sabían a mentira. Tristes sus noches y su cama al jurar amarse entre las sábanas planchadas. Eran sólo eso, una pareja normal.

Él, sonrisa perfecta y mirada perdida. Tenía 42 años y una gran visión de futuro: no hacerse nunca mayor. Patético jugador, salía, le comían la ficha y se marchaba a casa. Era insolente en las peleas y un flojeras con los puños. Sólo si bebía se volvía elocuente, mientras tanto seguía siendo un perdedor. Él era lo que se dice un don nadie.

Ella, nariz aguileña y pantalones ajustados. Nunca tuvo claro lo que quería ser y acabo siendo lo más cómodo, cornuda. Tenía 35 y dos kilos menos que el mes pasado. Se compró unos tacones muy altos que nunca se puso para sentirse algo más mujer. Meneaba su trasero respingón al andar y lucía su melena a lo garçon teñida de rubio por la capital. Ella era lo que se dice una señora de.

Él había dejado su trabajo por montar una empresa que acabó apuntalada. Al salir del despacho consiguió ligarse a la más chula de aquel bar oscuro al que entró. La chula tenía un chulo. Se la llevó al coche y se convirtió en un magnifico amante sumiso. Lo repitió todas las tardes no sin antes buscar una excusa para su mujer.

Ella comía lo poco que sabía cocinarse. Cocía los huevos mientras se pintaba las uñas de granate y leía la prensa. Mantenía largas conversaciones con sus conocidas dibujando cifras infinitas en la factura. Dejaba en espera el teléfono para escuchar por qué su marido llegaría tarde a cenar. Mucho curro, decía. Demasiado.

Dormían juntos, Ella con dolor de cabeza y Él con dolor de riñones.